Las andanzas de Panita por La Jagua del Pilar


El Panita Baute, como era conocido popularmente Guillermo Baute Uhía, fue descendiente de una prestigiosa familia vallenata. Hijo de un exgobernador y ahijado de un expresidente, El Panita tenía fuertes vínculos afectivos y familiares en la Jagua del Pilar, La Guajira, población donde solía pasar temporadas de vacaciones. Baute Uhía era un hombre de mundo, que en su juventud viajaba a la república de Panamá en busca de ropa y prendas para comercializarlas en Valledupar, negocio con el que este personaje obtenía buenos dividendos.

Sin embargo, una vez tras negociar unas lujosas joyas con unos borrachos, a quienes les vendió en un abrir y cerrar de ojos unos anillos de oro y relojes de marca Mido y Balboa con precios sumamente bajos que los compradores movidos por el precio tan atractivo le compraron toda la mercancía. Pero al cabo de cinco días los anillos pelaron el cobre y los estafados indignados como si se hubiesen puesto de acuerdo fueron todos a reclamarle a Guillermito a su casa, y gritaban todos a la vez: "¡que salga!, ¡que salga y que nos devuelva la plata!", pero el Panita ya estaba lejos de Valledupar, se había volado para Maracaibo.  

Guillermo el Panita Baute tenía cara de clérigo bueno, y quizás por esas casualidades de la vida, era aficionado a las visitas nocturnas a las iglesias. Por esta razón muchos llegaron a pensar que era religioso.

Guillermito en uno de esos periplos salió de Valledupar llego a la ciudad de Bogotá y contacto a su padrino Alfonso López que en esos momento era presidente de Colombia y le mando una carreta diciéndole que su papá lo había enviado para que le hiciera el favor de prestarle un dinero ya que tenía un negocio en el que emprendería, López le creyó y le soltó una buena cantidad de dinero y le puso a su servicio un vehículo presidencial con su chofer, con el que salió y empezó a tomar dejando al conductor borracho tomo un bus de regreso a las costa y llego a la Jagua del Pilar, para esconderse y fue reportaron como desaparecido, el Das comenzó su búsqueda y les llegó  la pista que estaba en La Jagua, lo fueron a buscar y entre oscuro y claro se encontraron con él y le preguntaron que si el conocía a Guillermo Baute Uhia y el efusivo les contesto si lo acabo de ver en La casa de Lucas Morón tírense aquí derecho que el esta ahí, de inmediato y sin pensarlo dos veces llegó a la iglesia,  entro a la sacristía, habitación donde guardan los objetos que utilizan los curas para oficiar las misas  y se llevó un alba o sotana de color blanco, un hábito, el cíngulo (cordón que usan los presbíteros), la estola (que es una especie de banda que los sacerdotes se cuelgan del cuello sobre el pecho) una casulla y un San Antonio pequeño tallado en madera y de color Azul del que mas nunca se supo nada, salió y tomo el camino del Pedregal de donde madrugo al día siguiente, bien temprano El Panita, montado en un caballo con estos atuendos llego a "El Plan". arribo a la iglesia, tocó las campas, acudieron los fieles, ofició una  misa corta, con ligeras variaciones. La gente lo notó y lo comentó a voz baja, pero nadie dijo nada. Luego de terminada la misa y recogido el diezmo, rápidamente empacó y se devolvió para la Jagua en su caballo.

En otra de esas vacaciones del Panita en La Jagua, una noche como a las dos de la mañana, cuando caminaba por las calles solitarias y a la luz de la luna se encontró con una burra a la que se le acercó, se le encaramó y se la llevó con rumbo a la casa de Dios. Personas que lo vieron en esta acción pensaron que haría otra cosa con este animal, la subió al atrio, la maniató y la tumbó al piso. Nadie supo cómo lo hizo ni con la ayuda de quién.  Lo cierto es que el Panita tomó las cuerdas que colgaban del campanario y las ató a las extremidades del pobre animal que con las patas pa’ arriba empezó a patalear y comenzó el Tam, Tim, Tam, Tim, Tam, Tim y el repique de campanas cada vez era más fuerte como si estuvieran haciendo un llamado desesperado, tratando de alertar a la población de un posible desastre, incendio o ataque subversivo.

Como era de esperarse, toda la población se despertó. Desesperados corrían y salían de todos lados para saber que sucedía en el pueblo, cuál era el motivo del Tam, Tim, Tam, Tim y al llegar a la iglesia y al ver la burra con ese espectáculo, muchos pensaron en cosas diabólicas y se devolvieron más asustados que antes pasando el resto de noche en vela. Luego, al saber la verdad, les dio ira con el Panita, pero como dice el refrán, después de la tempestad llega la calma y todo terminó en un coro de risas. 

 

Por: Wilfran Saurit


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